Sin más todo empieza a temblar, a sacudirse, vibrar.
Como un vaivén de barco empieza, ondea despacio.
Se traslada. Lo traslada.
No! no te imagines un terremoto, las cosas no son así.
No para, se mueve, se desespera.
(agua de inodoro, rapidez mental)
Al temblor lo sigue El Ruido. Ruido Sonido. Sonido imposible, irritante.
Insoportable, intolerable, indescriptible.
El sabe esto no es humano no es humano.
Sonido Ruido desgarrador llena todos los rincones, sus rincones.
Detonación.
(J, mientras narra, mueve las manos)
Se desespera, todo él se desespera.
El ruido, la convulsión. El sabe.
Sabe que está en su cabeza, está ahí adentro.
Explota, ella, detona.
No! No te imagines pedacitos de cerebro por todos lados, así no.
Imaginate mucho blanco, mucho. Irradiación, destello, luz.
Todo está adentro.
No! Sin fuego tampoco, no hay fuego en esta escena.
La imagen explota.
El ruido explota.
La luz explota
El explota.
Detonan el sonido y la imagen y la luz y el mismo.
Más agudo, más todavía, más agudo, más!
No! no es ninguna nota musical ni melodía.
Es miedo paranoico de locura,
que se mueve tan rápido
que tus ojos no pueden captar
más rápido que tus ojos
no pueden captar tan rápido.
De
ses
pera.
Y la nada.
Llegó al extremo total adentro de su cabeza. No quedó nada.
Ni él, ni la pesadilla.
Así es, todavía es un sueño (sueño?) que vuelve a él algunas veces.
(como si así me pudiera respetar él)
(alguien abrió la puerta que está antes de la mía.
no quiero ser descubierta)
Yo vivía en un piso catorce.
Crecí en ese lugar desde mi infancia hasta mi pubertad,
a eso de los catorce años.
Vivía con mamá y no voy a dar más detalles
del mapa familiar.
Recuerdo la pared blanca del living,
sin muebles ni cuadros, era pura pulcra.
El piso de parqué y el balcón a cincuenta y seis metros de altura.
Era el piso catorce. En el catorce hasta los catorce.
Parado yo de vez en cuando frente a la pared.
Una pared sin cuadros, blanca nomás.
Miraba yo la pared. Totalmente perpendicular al piso la miraba,
éramos ella y yo.
Y empezó a moverse.
No, no puede ser no lo puedo creer, no tiene que ser así, no.
Me acordé de las Torres Gemelas y ojalá sea eso, ojalá.
Es que los pisos altos se mueven, es por eso.
Si, se mueven, y estamos alto. Cincuenta y seis metros del piso.
Si mamá es arquitecta y me cuenta que los cuadros nunca están derechos porque los pisos altos se balancean, así no se caen. Pisos altos como este. Es el catorce.
Ella se la pasa poniéndolos derechos,
no puede evitarlo, aun sabiendo que se van a volver a torcer.
No, es que se está poniendo insoportable, la pared blanca.
Cincuenta y cuántos metros eran?
Te juro que se está moviendo.
No es verdad.
Lo estoy escuchando, está empezando.
Ese ruido de mierda.
Empieza despacio pero yo sé a dónde va a llegar. Se pone terrible, me pongo frenético.
No quiero explotar otra vez, no quiero, no lo soporto.
No, no me muero, estallo.
Me agarro la cabeza, me duele el cuero cabelludo,
y ya no puedo ni acordarme de mi cuerpo.
Abrí la boca y estoy seguro de que tenía un gesto mortuorio.
Gesto de muerte que se me impregna en el perfil.
El pasillo, vamos, caminemos,
así tal vez se pasa, al caminar.
No, cada paso es más insoportable que el anterior,
el ruido, la luz, el ruido, la luz, el ruido la luz,
el ruido la luz, el ruido la luz, el ruido la luz el ruido la luz,
el ruido la luz elruido laluz elruidolaluz elruidolaluzelruidolaluzelruido .
Me duele, no, no es dolor, lo siento, no, no siento, mi cuerpo duele, no lo siento.
No! Paren! Paren!
Creo que corro por el pasillo del piso catorce,
Me estoy chocando con las paredes
¿Me estoy chocando con las paredes?
No puedo no pienso no siento.
Ese soy yo.
Ese gesto de ojos abiertos y boca torcida
es mi cara de frenético. Mi gesto de muerte.
Me estoy mirando a mí, a mí mismo.
Ese soy yo, el que soy el que fui,
y ese es el departamento de mis catorce años,
ese que está a cincuenta y seis metros de altura.
Me miro, estoy acá. Claro es mi baño,
ahí estoy yo.
El espejo me trajo hasta acá otra vez.
Cierto que está todo adentro de mi cabeza,
es imaginación que se vuelve real,
más real que yo.
Pero más real o no,
yo te controlo.
¿Yo te controlo?
No hay más ruido.
No hay más luz.
Pensé que iba a explotar otra vez.
Voy a ver a mamá, voy a contarle que estoy bien,
que ya no se tiene que preocupar por mí.
Que no se tiene que preocupar, yo la controlo.
Que ya lo puedo manejar, que solo me tengo que mirar al espejo
para darme cuenta,
y no olvidarme de mi cara.
Va a estar feliz, mamá, ya quedate tranquila,
y dejá tranquilos esos cuadros.
¡Mamá!
Está en su cuarto. Puta madre está pelada.
¿Qué carajo? ¿Qué carajo pasa mamá? Le pregunto con voz tierna en mi cabeza.
Está pelada, si, y yo no puedo hablar.
Estira sus brazos, me quiere alcanzar. Está pelada y fea.
Me pregunta qué pasa y me mira,
me mira y es desagradable.
No! No ella,
su enfermedad es desagradable.
Si, ella se tenía que hacer unos estudios. Pareciera que yo sabía que se iba a morir.
Me despertaba siempre en ese momento.
Siempre en ese mismo momento,
con su mirada fija en mí.
Crecí en ese lugar desde mi infancia hasta mi pubertad,
a eso de los catorce años.
Vivía con mamá y no voy a dar más detalles
del mapa familiar.
Recuerdo la pared blanca del living,
sin muebles ni cuadros, era pura pulcra.
El piso de parqué y el balcón a cincuenta y seis metros de altura.
Era el piso catorce. En el catorce hasta los catorce.
Parado yo de vez en cuando frente a la pared.
Una pared sin cuadros, blanca nomás.
Miraba yo la pared. Totalmente perpendicular al piso la miraba,
éramos ella y yo.
Y empezó a moverse.
No, no puede ser no lo puedo creer, no tiene que ser así, no.
Me acordé de las Torres Gemelas y ojalá sea eso, ojalá.
Es que los pisos altos se mueven, es por eso.
Si, se mueven, y estamos alto. Cincuenta y seis metros del piso.
Si mamá es arquitecta y me cuenta que los cuadros nunca están derechos porque los pisos altos se balancean, así no se caen. Pisos altos como este. Es el catorce.
Ella se la pasa poniéndolos derechos,
no puede evitarlo, aun sabiendo que se van a volver a torcer.
No, es que se está poniendo insoportable, la pared blanca.
Cincuenta y cuántos metros eran?
Te juro que se está moviendo.
No es verdad.
Lo estoy escuchando, está empezando.
Ese ruido de mierda.
Empieza despacio pero yo sé a dónde va a llegar. Se pone terrible, me pongo frenético.
No quiero explotar otra vez, no quiero, no lo soporto.
No, no me muero, estallo.
Me agarro la cabeza, me duele el cuero cabelludo,
y ya no puedo ni acordarme de mi cuerpo.
Abrí la boca y estoy seguro de que tenía un gesto mortuorio.
Gesto de muerte que se me impregna en el perfil.
El pasillo, vamos, caminemos,
así tal vez se pasa, al caminar.
No, cada paso es más insoportable que el anterior,
el ruido, la luz, el ruido, la luz, el ruido la luz,
el ruido la luz, el ruido la luz, el ruido la luz el ruido la luz,
el ruido la luz elruido laluz elruidolaluz elruidolaluzelruidolaluzelruido .
Me duele, no, no es dolor, lo siento, no, no siento, mi cuerpo duele, no lo siento.
No! Paren! Paren!
Creo que corro por el pasillo del piso catorce,
Me estoy chocando con las paredes
¿Me estoy chocando con las paredes?
No puedo no pienso no siento.
Ese soy yo.
Ese gesto de ojos abiertos y boca torcida
es mi cara de frenético. Mi gesto de muerte.
Me estoy mirando a mí, a mí mismo.
Ese soy yo, el que soy el que fui,
y ese es el departamento de mis catorce años,
ese que está a cincuenta y seis metros de altura.
Me miro, estoy acá. Claro es mi baño,
ahí estoy yo.
El espejo me trajo hasta acá otra vez.
Cierto que está todo adentro de mi cabeza,
es imaginación que se vuelve real,
más real que yo.
Pero más real o no,
yo te controlo.
¿Yo te controlo?
No hay más ruido.
No hay más luz.
Pensé que iba a explotar otra vez.
Voy a ver a mamá, voy a contarle que estoy bien,
que ya no se tiene que preocupar por mí.
Que no se tiene que preocupar, yo la controlo.
Que ya lo puedo manejar, que solo me tengo que mirar al espejo
para darme cuenta,
y no olvidarme de mi cara.
Va a estar feliz, mamá, ya quedate tranquila,
y dejá tranquilos esos cuadros.
¡Mamá!
Está en su cuarto. Puta madre está pelada.
¿Qué carajo? ¿Qué carajo pasa mamá? Le pregunto con voz tierna en mi cabeza.
Está pelada, si, y yo no puedo hablar.
Estira sus brazos, me quiere alcanzar. Está pelada y fea.
Me pregunta qué pasa y me mira,
me mira y es desagradable.
No! No ella,
su enfermedad es desagradable.
Si, ella se tenía que hacer unos estudios. Pareciera que yo sabía que se iba a morir.
Me despertaba siempre en ese momento.
Siempre en ese mismo momento,
con su mirada fija en mí.
(lo más increíble es que ella no sabía que lo
que el le estaba contando era sueño).
Después por suerte los estudios salieron bien y mamá no estaba enferma.
Tenía muchas pesadillas de chico yo. Me despertaba y corría transpirado al cuarto de mamá. La cama de dos plazas era salvarme. Pero aunque sabía que estaba despierto miraba la pared y la hijadeputa seguía siendo pantalla.
Esa puta pared blanca está en todos lados.
Era una pantalla donde se proyectaba mi pesadilla, la de antes, la que me había despertado con el corazón a mil. Yo movía la cabeza, giraba mi vista para no ver la proyección de mi sueño. Pero me seguía, como esas pelusitas que se ven cuando entra el haz de luz por la ventana, y aunque uno mueva la cabeza siempre siempre están ahí, y ahí se quedan, y uno no las puede ni las va a poder sacar de la vista.
Esas son mis pesadillas.
(carajo, no hay papel en el baño).